lunes, 6 de julio de 2020

Halt and Catch Fire. Los 40 capítulos en dos semanas


A mitad de camino entre el impulso y la reflexión, follar sobre el pinball del bar o el polvo misionero en el lecho conyugal; el software y el hardware de las cosas, el fracaso y la oportunidad que renace, el egoísmo como esa manera de reivindicar el yo ante los demás, el yo que no se entiende a si mismo y discute consigo mismo hasta las lágrimas. Los silencios. Las conversaciones interminables por teléfono en aquellos tiempos en los que los teléfonos todavía tenían cable. Tres maneras de emprender: Hacer cosas, el funcionamiento de las cosas y la aplicación de las cosas que funcionan. El sexo irreflexivo en la trastienda, salvaje, intuitivo, adictivo. Tres maneras de emprender: Lo que te gusta, lo que funciona o la especulación. Lo honrado y lo deshonesto a un paso el uno del otro. Como dice el guripa Bevilacqua la cuestión no son las personas malvadas, sino que cualquiera de nosotros somos susceptibles de asesinar cuando se mezclan de manera incontrolada el miedo, el orgullo y el interés. El matrimonio en donde desembocan las vidas personales y familiares previas, los guiones que vivimos, el sello de familia, el matrimonio que amenaza desbordar al hacer imposible el proyecto de vida en común; el miedo a las relaciones permanentes a cambio de lo efímero que lucha contra lo trivial. Una generación atrapada en la adolescencia para siempre, una generación con miedo a ser mayor en aquel momento en el que los ordenadores hacían ruido de quejido de desamor cuando se esforzaban por unirse a la red. El amor, el amor que duele porque obliga a abrir las ventanas y las puertas de la habitación propia que es nuestra soledad cuando no queremos que entre nadie, la habitación a oscuras en la que peleamos contra nuestras sombras. El vértigo, la inercia que arrastra las vidas de manera incontrolable, como si no fueras el protagonista, como cuando bailabas ska y slam ochentero y te veías incapaz de aguantar los empujones si no empujabas tú al mismo tiempo. Una visión de la empresa yuppi, la otra visión de la empresa happy business con ejecutivos en camiseta y maripís. Al final lo mismo. Lo uno contra lo otro. Los yuppies también lloran, los happies también hacen contabilidad.
El individualismo, la ambición, la adicción al trabajo que no dejaba ver el hueco bajo el caparazón. Y en determinado momento la opción por la renuncia, por bajarse del tren, la caravana en medio del prado, la huida, siempre el sueño de huir y al mismo tiempo la tentación de quedarse, de volver a intentarlo una vez más. A medio camino entre la ruptura con los padres y la incomunicación con los hijos, echar un polvo adultero con la novia que a los dieciséis se quedó en el pueblo como manera de reivindicar tu historia perdida, la alternativa que hubiera sido posible. Los hijos al otro lado del espejo de nuestras vidas, el lenguaje intergeneracional imposible, el terror a tenerlos.La enfermedad. La posibilidad de rehacer la vida tras plegar por la mitad el folio de la existencia, el funambulismo de ir viviendo, la muerte que viene y va, que hace pausa, que pasa de refilón como amenaza que se ve como posible. Los personajes que saben sobrevivir, los que optan por irse, los que dudan, los que se suicidan. La resistencia, la resiliencia a fin de cuentas, quienes se rompen en los tiempos de crisis, quienes no pueden vivir en la ruleta rusa de la incertidumbre, un par de años en la cárcel, perderlo todo, ganarlo todo y sobre todo seguir andando, nunca pararse. La ambición de aquellos tiempos de pioneros en la que todo el oeste estaba inédito y por descubrir, el commodore, yahoo e ibm; los juegos en dos dimensiones, la vida en tres, la virtualidad recién nacida, lo que es y no es al mismo tiempo encerrada en circuitos y laberintos. La vida como una presentación en power point de la que queremos hacer una exposición en público y se nos funde la bombilla, las impresoras matriciales. Todo de un lado y su contrario a un tiempo, en una bisexualidad apabullante, irresistible porque todo era una cosa y su contrario, quizá no hubiera dualidad porque todo era uno. La tentación al mismo tiempo de estar y no estar, de follar y matar, lo conyugal y lo adultero, lo excesivo en la frontera de lo prohibido, las drogas de diseño, el alcohol en exceso, el sida, el dinero, los sueños desmedidos. Y el reencuentro, sobre todo el reencuentro con lo posible, aunque haya pasado lo que sea, siempre se conserva la posibilidad de volver a empezar. Optimismo y escepticismo sodomizandose en lo oscuro. Todo tiene solución menos la muerte que lo soluciona todo, que lo apaga todo para que renazcamos en los otros. Envejecer sin haber hecho nada es una muerte prematura. En el 85 yo tenía 15 años en el 90 tenía 20. Cuando se me pase el impacto cegador de los cuarenta capítulos en dos semanas de trago que me he zampado sin pausa como este post, volveré a ver Halt and Catch Fire e igual os puedo contar de qué va. Mientras tanto vedla con la pasión que lo he hecho yo.

4 comentarios:

  1. Madre mía! Yo que tuve que ir esperando capítulo a capítulo durante todas las temporadas... Una maravilla de serie, así que sí, muy recomendada. Además, muy inspirador el discurso al final sobre la carrera de la mujer dentro del mundo de la tecnología. Me lo sigo poniendo cuando necesito un subidón y un empujón para avanzar en mi carrera.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bienvenida Laura, ese es mi problema con las series, que no tengo paciencia para verlas a su ritmo.
      Además las series que empiezan bien pero luego siguen mal me generan una sensación terrible de tiempo perdido
      Por eso solo cuando me las recomiendan mucho o confio mucho en quien me la recomienda prefiero pegarme una inmersión.
      Me he dejado muchas cosas, por ejemplo el papelón de Boz, pero he preferido escribir a mogollón que dejarlo pa luego y no encontrar luego tiepo para escribir
      Besos.

      Eliminar
  2. Esa no es manera de disfrutar esta serie, pero bueno.

    Y recnoce que no empezaste a verla con pasión, la empezaste a ver pensando "a ver Molinos que mierda cultureta ha reocmendado" y te tuviste que comer tus prejuicios porque es una serie magistral. te quedan por delante semanas de acordarte de ellos...

    ResponderEliminar
  3. jajajaja
    un poco sí, pero si de algo sabes es de tele no? ;)
    Así que en esto de las series que no tengo ni tiempo ni paciencia ni opinión ni criterio me tengo que fiar de los que sabeis.
    Tras el tiempo y en este orden Boz, Gordon, Joe, Donna, Cameron
    pero los cinco impresionantes!!!!

    Dime la siguiente que tengo que ver.

    ResponderEliminar