jueves, 19 de junio de 2014

Los peligros del WhatsApp

Sé que a vosotros os parecerá excesivo, pero a Carlitos le pareció la cosa más normal del mundo buscar la pistola de su padre, quitarle el seguro, andar con pasos lentos hasta llegar al colegio y descerrajarle tres tiros en la frente a Emilio Martínez Cortes, el que llevaba siendo su compañero de pupitre los dos últimos años. La profesora gritó histérica, Marina Pla se puso las gafas sin saber qué pasaba y Aurora Clemente cayó desmayada dejando entrever sus piernas blancas con las que soñaban la mitad de los chicos en sus primeros escarceos de pecado solitario. Y después se hizo el silencio, un silencio seco e hiriente, un silencio que se fue pegando a las paredes como se pega la sombra a la noche y la escarcha a la mañana.

 

- No se puede comprar móvil a los críos tan jóvenes, que te lo digo yo. Me parece que estamos perdiendo el criterio. Gritó ella

- Pues mira, a mi me parece que es muy útil, si tienen cualquier problema pueden llamarte. Yo confío en mi hijo y no va a estar todo el día enganchado, de eso pongo la mano en el fuego.

-¿Poner la mano en el fuego? Ja,

-Oye que no quiero discutir haz lo que te dé la gana.

 

Emilio: Q tal?

Luis: No se ni lo q dice la tia esta q coñazo. ww

Marga: XD

Emilio: Carlitos di algo q t veo encandilao

Carlos: Xq a mi m interesa.

Marga: Pelota

Emilio:T vamos a sakar dl grupo x pelota.

Carlos: Iros a la mierda.

 

A Carlos la separación de sus padres no le pilló por sorpresa. No era tanto que subieran el tono discutiendo sobre si debía o no tener móvil, lo que Carlos veía realmente raro es que nunca lo bajaran para decirse algo cariñoso al oído. Cuando sus padres estaban solos, el ambiente se cubría de una fina capa de reproche y monotonía como el polvo y la antigüedad en los desvanes vacíos; hasta tal punto era así, que a veces llamaban a Carlos, no para decirle algo sino con la única intención de que el viento soplara fuerte entre ambos y cambiara el aire plomizo de su intimidad ya gastada.

 

Cuatro días después de los disparos, la psicóloga forense le entrevistó, le pareció hasta divertida y utilizó todas sus argucias ensayadas para parecer el chico más adorable del mundo. Carlos, carlitos, la iba despistando apuntando detalles de su vida que le desviaran por caminos de cordura en aquel hecho irracional. Joder que buena estaba la psicóloga fue lo primero que le vino a la cabeza cuando ella empezó con las preguntas.

Hablaron un buen rato Carlos le comentó con aire compungido, que se sentía solo a pesar de ser alguien que solía caer bien a los demás, y que el mundo le empezaba a aburrir y que a veces experimentaba cosas nuevas como hace poco que probó una masturbación al limite provocándose una apnea un momento antes de que le viniera el orgasmo, había visto en la televisión que un famoso murió así ¿no? El dolor es parte del placer ¿no cree? y terminaba la frase con preguntas provocando con disimulo a la psicóloga. ¿Tienes novia? Salgo con chicas, novia es un poco carca ¿no? Y sonrió tan tiernamente que sin darse cuenta le arrancó a la psicóloga un suspiro que llevaba doblado en el bolsillo de la bata justo al lado del corazón. En su informe apuntó no sé que síndrome adolescente asociado a la separación de sus padres.

 

Le gustaba el guasap, le gustaba mucho, era como estar constantemente tocando a sus amigos. Carlos apreciaba que aunque estaban creciendo y haciéndose distintos y cada uno iba por su lado, sus amigos de siempre seguían allí, como siempre, formando grupo y diciéndose cosas aunque la mayoría de las veces fueran idioteces sin sentido. El tono de Emilio no le gustaba últimamente, es verdad, siempre metiéndose con él, pero bueno tampoco era tan grave. Simplemente que desde hace unas semanas la cosa se había tensado.

 

La verdad es que no sabía porque Emilio se había enrollado con Marga el mes pasado. Joder tio, dijo Carlos, con las amigas uno no se enrolla que luego se crea mal ambiente en el grupo. No seas cabrón eso lo dices porque ella esta loquita por ti y tu puedes hacerlo cuando te dé la gana. Marga es mi amiga y no me enrollaría nunca con ella. Y así es como se fueron abriendo pequeñas grietas en el muro, grietas imperceptibles al principio que luego se fueron llenando de agua de lluvia y que con el enfriamiento de su relación abrieron la fachada sin que se dieran cuenta.

Emilio era un tipo con vocación de líder, amable, de humor acido e intimidad dulce. Carlos lo veía con una mezcla de admiración y lejanía. Admiración por esa manera de tratar a la gente metiéndosela en el bolsillo y lejanía porque Emilio parecía siempre demasiado insatisfecho, protestón, reivindicando todo en todo momento. Emilio por su parte detestaba esa manera de ser de Carlos, ese darle poca importancia a todo, parecía que le molestara esa manera suya de vivir en la que nada era lo suficiente importante para tomar partido, todo parecía ser una broma. Y sin embargo, Emilio también admiraba, esa cualidad innata de Carlos de caer bien. Eres un pelota, no puedes quedar bien con todo el mundo a la vez. Los dos tenían éxitos con el sexo recién descubierto y eran buenos amigos, amigos de verdad. Lo de Marga no dejaba de ser una chorrada.

 

¿Y entonces por qué narices Emilio se empeñó en hacer ese grupo de guasap entre los otros tres sin dejarle entrar a él?

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3 comentarios:

  1. Si es que el whatsapp no puede traer nada bueno, eso está claro... jajajaja

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  2. La misma polémica que con los videojuegos violentos. No hacen una buena combinación con según que gente.

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  3. Joder, está superbién. Una estructura suelta, mezclando guásaps con realidades, los padres, la tipa de la bata y... una mente juvenil retorcida que temo sea más corriente de lo que parece.

    Y un mensaje claro: ¡no hay que tener pistola en casa, hombre, que mira lo que pasa en los USA.

    Me ha encantado.

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