Lo más probable es que uno invente el padre que le hubiera gustado tener, para parecerse al hijo que le hubiera gustado ser. Abad Faciolince habla de su padre, y lucha desde la primera línea contra el olvido que seremos a fuerza de construir el recuerdo que quiere que tengamos de él. Por tanto, si has comprado (o robado) este libro pensando en leer una biografía o un relato de historia, mejor búscate otro libro. Tened claro que tenéis en la mano una novela, una recreación personal de la vida de su familia y que no tiene que corresponder necesariamente con la realidad.
Y dicho esto, y aunque pueda parecer contradictorio con lo anterior, El olvido que seremos rebosa realidad por todos los lados. Una realidad contada en primera persona, desde sus recuerdos y de una manera suelta y amena que ha logrado poner a este escritor en la nómina de mis favoritos americanos desde ya mismo.
Aunque no digo mucho en mi favor a Hector Abad ya lo conocía, topé con él hace unos años, por un cuento erótico en El Pais llamado Grito Ciego y que siempre retomo en mi cabeza durante el sexo silencioso. Me gustó tanto, que me compre dos libros (este y el de El amanecer de un marido) aunque a decir verdad no me los leí y los dejé dormir durante un tiempo en las baldas de mi biblioteca esperando que llegara un beso de príncipe azul (o un casquete de plebeyo verde) que los despertara.
Decía que Abad Faciolince es para mí todo un descubrimiento. Retoma esa virtud de los buenos cuentistas colombianos que logran llevarnos de la mano por historias de palabras dulces y contenido de guerra y que sin darnos cuenta nos sumergen en un universo distinto, el suyo, al otro lado del espejo. Y es que creo, que no es que los escritores colombianos postureen con un lenguaje tierno, sino que sencillamente es su idioma y que su lucha, al contrario, consiste en no resultar demasiado merengones para los lectores en español de este lado. Y esta lucha es lo mejor del libro: relatar la historia de su padre en Medellín sin caer en lo lacrimoso y al mismo tiempo dándole la fuerza de una historia interesante, con mucho de filosofía y el aderezo justo de melosidad.
El libro me lo recomendó el Sr Ro, médico pensante más que recetante, y buen conocedor de Colombia, diciéndome que era un libro indispensable. Y claro, es que el libro se degusta mejor cuando se reúnen esas tres características. Pensar, pensar mucho sobre la educación y la sociedad; ser médico como lo son el protagonista y el Sr Ro (más si se entiende la medicina desde lo social) y también implicándose en la Colombia de los ochenta (o antes).
Y llegamos al nudo del libro, la guerra civil en ese pais: Medellín, Antioquía, Colombia y el encontronazo de la violencia frente a la intelectualidad. No nos engañemos, ni el autor ni su padre son gente pobre que luchan contra los ricos (que es una manera de ver un conflicto social) más bien son el librepensamiento de casabien contra la intransigencia y el integrismo que habita tanto en una clase como en la otra. De esto, del Medellín de los ochenta, ya había hablado Fernando Vallejo en La virgen de los Sicarios de una manera descarnada y sencillamente magistral (ya hice reseña de La virgen de los Sicarios con mucho entusiasmo).
Esta novela es una forma de reverso de aquello. Cada uno vive la muerte y el país abierto en carne viva a su manera, distinta pero igual. Vallejo desde el Sicario, Abad desde el defensor de los derechos humanos; Vallejo desde la relación homosexual con el mal, Abad desde la familia de casa bien; Vallejo desde la diatriba, Abad desde el relato dulce con traje de biografía de su padre y del niño que fue y los dos, porque no decirlo, desde la elite social y económica de la ciudad. A mi es que me encantó La virgen de los sicarios, este también, bueno, un poco menos.
No voy a hacerme el entendido por haber estado un par de veces en Colombia, para ello ya están nuestros periodistas de trinchera que tertulean de Latinoamérica por haber estado una semana en un resort en Punta Cana, únicamente puedo decir que regresé con una imagen distinta, muy distinta a la que nos venden y sin duda para mejor, y por supuesto mucho mejor del momento que cuenta el libro.
Es cierto que yo fui de señorito y que estuve al final de la década pasada, cuando las cosas empezaban a ir por otro camino (…que aun queda por recorrer). Los libros de Abad Faciolince y de Vallejo hablan son de la etapa de guerra civil y es una manera realista de conocer lo que fueron aquellos años. Ambos autores fueron amigos, luego se discutieron por prometerse no regresar a España mientras obligáramos visado (…y uno de ellos incumplirlo). Pero vamos que va de sí en los grandes latinoamericanos estirarse de los pelos. Vargas Llosa y García Marquez o Plinio Apuleyo Mendoza y Galeano… así que tampoco le echaremos cuenta. Leed El olvido que seremos y si no lo habéis hecho, leed también La virgen de los sicarios.
Bueno y si queréis volver a la prehistoria de este blog yo también escribí un cuento sobre Colombia a mi manera.
Acabo de comprarlo, es mi primer libro digital( entre otras cosas porque los doce intentos anteriores no los tiene la tienda de la manzana).
ResponderEliminarTe comento cuando lo acabe.
Lo he acabado hace tres minutos.Me ha gustado pero me impresionó mucho más "la Virgen de los sicarios", como dices que eran el derecho y el revés, para mi solo tienen en común el marco y el momento.Yo creo que éste te ha llegado por el atípico amor padre e hijo.
ResponderEliminarJusto esta semana cogí este libro en la biblioteca.Ya me leí dos de él:
ResponderEliminarEl amanecer de un marido y Angosta.
Me gusta el modo en que cuenta las cosas.
Sonia
Me ha encantado,es tan dulce este escritor,muy conmovedor y bonito.
ResponderEliminarSonia.