"Me estoy acostumbrando a perderte". Se
me hizo raro, por ser la primera vez, que al abrazarme, en un gesto más
de tu rutina que de mi deseo, en lugar de un aleteo de hojas aventadas
tan solo se me agolparan desdenes. No se me hizo un hueco en el vientre,
como otras veces, como casi siempre; no encontré el punto donde se
resumen mis añoranzas y mis ansias como un termostato de mi nostalgia
por tí. Nada, el resumen es nada. Ni siquiera odio.
"Me
estoy acostumbrando a perderte" te dije cuando me preguntaste qué me
pasaba. Quizás echabas de menos mis celos impronunciados cuando volvías
tarde de tus paseos nocturnos, de tus citas a deshora, de tus atajos a
la cama por los camino que más me evitaban y decías aquellos buenas noches
en una huida sin siquiera querer mirarme a la cara. Quizás
echabas en falta mis frases depositadas en la repisa de tu ausencia
como diciéndote que lo sabía todo pero que no quería decirte nada. Que
era peor mi consentimiento que tu desencanto.Y así fueron pasando los
dias.
Y por eso, igual que de
adolecente me recreaba en una melancolia triste y provocada que
alimentaba mis poemas, ahora me recreaba en imaginar tus reflejos
abrazada a hombres o mujeres desconocidos donde buscabas los argumentos
para eludir tu vida ordinaria conmigo. Unos dias me dejaba invadir por
la certeza, otros me inspiraba mejor la duda. Unos dias te imaginaba en
tus viajes lejanos follando para olvidarme y en otros sin embargo
prefería asirme a la posibilidad probable de que hubieras optado por
alejarte de mí, sin nadie más, solo por mi.
Y así fui escribiendo los cuentos que se convirtieron en mi primer libro. "Nadie que no esté experimentado el abandono puede escribir cosas con tanta sinceridad", dijo un crítico desconocido en una revista secundaria. Sin embargo, tu sigues a mi lado aunque solo sea por cumplir las apariencias. Y mi indiferencia se va acomodando en esta situación poco deseable, al mismo tiempo que crecía tu desasosiego. No sé, como si sufriera más el asesino que el muerto; el desvergonzado que el ofendido, el mentiroso que el engañado.
"Me estoy acostumbrando a perderte", me dije cuando decidiste separar las camas, con el ánimo, pensé, de ni siquiera tener que tocarme. "Me estoy acostumbrando a perderte" me dije al tercer mes sin sexo, ni siquiera de compromiso. "Las parejas que están a punto de separarse tienen sexo más salvaje porque canalizan el odio en la penetración" apuntó una sexologa feminista en una revista violeta. Ni eso.
Se
me hace cotidiano y ya no sufro al verte (al saberte) con tu
psicologo, con tu joven subordinado, con el representante que te
saluda con ganas de venderse, con el vecino del primero F. Ya no me
preocupa mi paternidad supuesta, nuestro matrimonio ficticio, mi
almohada manchada al regreeso de mis viajes en los principios. Porque
también eso forma parte de la terapia que me estoy practicando para
perderte: puestos a romper, quiero romperlo todo desde el inicio, sin odio, como
si nunca hubiera existido, construyendo tu desamor desde el mismo
momento de firmarlo y no aceptarlo sobrevenido. Prefiero convivir con eso, antes
de reconocerlo desportillado por culpa de mi abandono.
Me estoy acostumbrando a perderte. Por eso he quedado hoy otra vez con Marta después de lo que pasó anoche que no te he contado. Para saber que no fue un accidente. Sí, la morena de treintaytantos que te pareció tan mona cuando te la presenté. Igual eres capaz de decirme ahora que me lo invento todo, que me he creido mis propios cuentos, que ni se te ha pasado por la cabeza ponerme los cuernos, que todo son historias que me monto para justificarme y no afrontar lo de anoche. Yo creo que simplemente me estoy acostumbrando a perderte.
triste y hermoso a la vez.
ResponderEliminarMe estoy aconstumbrando a perdete y mientras me voy enctontrando yo entre los escombos de lo que queda de lo nuestro.... y en ocasiones tambien me pierdo perdiendote.
ResponderEliminar