Hace unos años fui a una junta
del barrio donde se había convocado una clásica mesa institucional para debatir
de los problemas del nuevo urbanismo en mi calle. La disposición era la de una
mesa presidencial con cinco puestos todos con sus papeles ordenados y logueados
y abajo unas cuarenta sillas a modo de teatro. Arriba estaba un concejal de
barrio o algo así, el presidente de los comerciantes que tiene una ferretería,
un abuelo de la asociación de jubilados, la presentadora, y un zagal joven con
jersey de Lacoste y pitas del PP. En las cuarenta sillas a penas había ocho
personas: la administrativa de la asociación que le habían obligado a ir y que
venía con su novio intuyo que para hacer bulto, dos chavales de la peña que
querían pedir un nuevo local, el charcutero que representaba a los del
mercadillo contrario a la asociación de comerciantes y una señora que había ido
a devolver un libro a la biblioteca y sin querer se había metido en la sala sin
saber el para qué.
La cosa es que hace unos días, más
por obligación que por devoción, asistí a un Foro participativo y colaborativo
para la definición de los presupuestos para el bien común del barrio (o algo
así). Donde estábamos llamados todos los ciudadanos y ciudadanas para romper el
monopolio representativo de la casta privilegiada de representantes del barrio.
Ya no había mesa presidencial y las sillas estaban dispuestas en forma de
circulo (lo que hacia que la gente dejara los papeles en el suelo desperdigados
y de malas maneras). Había de pie tres chicas con pantalones bombachos que luego
me enteré de que eran las dinamizadoras contratadas como expertas en metaplan
que nos repartieron rotuladores y post it.
Reconocí a mi amigo el
charcutero, al del jersey ahora más mayor y con una carpeta naranja con una C, al
ferretero que seguía presidiendo la asociación de comerciantes, un abuelico un
poco más desmejorado que el de la última vez (la gripe de este año ha sido una
putada), el chico que me dijeron que era el nuevo presidente de la peña, tres jóvenes
que por el grado de confraternización con las de los bombachos intuyo eran sus
parejas o parejos y ya se me calló el alma a los pies cuando entró una señora
preguntando si era el curso de Personajes Ilustres y la hicieron sentar diciéndole
que sí.
Hicieron por supuesto una foto (todos
tenemos que presentar memorias) y empezaron comentando que era un logro para el
barrio que por fin se les diera voz a todas y todos los ciudadanos y ciudadanas
y que se permitiera que el barrio expresara por fin su voz directamente y sin
intermediarios.
¿Y ya está?
ResponderEliminar¿Fue o no fructífera?
La cosa no es tanto que sea fructifera sino q se vende como politica participativa actuaciones a las q vamos los mismos cuatro gatos de siempre cuando se le achacaba q eran reuniones elitistas institucionales.
ResponderEliminarBss
Lo he pillado y tienes toda la razón.
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