Al cruzar los arcos de Lapa solo
y borracho, me asaltaron tres adolescentes con torsos desnudos, bellísimos, esculpidos por la pobreza y las ganas de rebelión. Me pidieron el
reloj (una baratija de colores del decatlón), yo sin embargo, les quise regalar
mi anillo de casado y diez años de monotonía.
"Eu quero esse relógio"
Por un momento pensé en contarles
que el reloj solo cuenta minutos y que el anillo era mucho más valioso porque
es el símbolo del amor eterno. Pero me di cuenta de que la eternidad a veces es
mucho menos valiosa que diez minutos de plástico digital, así que volví a
ponerme el anillo que ellos creyeron de mentira (quién si no ofrece regalar hoy dia algo caro)
y les entregué el reloj quedándome con el amor indeleble entre mis dedos. Qué difícil es explicar
la diferencia entre precio y valor
Aquella noche, pasó el tiempo
lento como una canción de Caetano. Me ofrecieron coca a precio de oro y cuerpos
de mujer a precio de saldo. Os dejaré en la incertidumbre de saber en cuál de
las dos profundidades me ahogué.
De vuelta al hotel en Copacabana, vi
un pequeño revuelo de gente, la policía con sus fusiles y un cuerpo joven
tirado en la calle en un charco de sangre.
¿Qué ha pasado? les pregunté a unos turistas españoles que destilaban alcohol y pecado acompañados de una
quinceañera del lugar.
Nada importante, tres chavales se han peleado a navajazos para ver quien se quedaba una mierda de
reloj de esos que venden por diez euros en el Decatlon.
Joder, un poco triste, pero real como la vida misma. La pena es que alguien tenga que morir por un reloj del decathlon. Saludos.
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