Muchiiiiiisimas gracias a todos por vuestros ánimos. Además es verdad que siento todo lo que habéis puesto. Es verdad que hoy me siento huérfano, muy huérfano, con esa sensación de dulce dolor de saber que hemos estado a su lado hasta el final, y en este último año especialmente, cuando vivir le era más difícil.
Tengo pena, pero aun así, no puedo más que verle sonriendo, siempre sonriendo y sonrío ahora yo también al ver sus fotos (es verdad que tengo muchas fotos suyas divertidas), era un hombre que caía bien nada más conocerlo, mi mujer decía que era el abuelo bonachón y narizotas que todo el mundo sueña tener. Tenía miles de amigos, era imposible andar con él por la calle, se paraba cada dos metros para hablar con alguien conocido.
Le encantaban los críos. Los últimos años revivía cada vez que le llevaba a mis peques. Nunca he entendido eso de que el sufrimiento te hace un carácter duro, a mi abuelo el sufrimiento le hizo un ser generoso, blando, sensible y eso que sufrió mucho de verdad a lo largo de su vida. Tenía un aguante inigualable y una paciencia a prueba de bomba. Divertido, muy divertido, quizá solo al final y muy al final perdió un poco la sonrisa. Era muy cabezota y tenía un sentido del humor propio y especial, un poco bestia, somarda que en algunos aspectos creo haber heredado.
Vivió la guerra cerca, muy cerca, hasta el final en toda su crueldad, aunque no participó,(siempre le dije que se inventó una enfermedad para escaquearse en la retaguardia, se cabreaba conmigo cuando se lo decía) y por todo lo que vivió entonces, odiaba las militancias y las afiliaciones.(Alguna vez conté que a mi madre no le dejo hacerse de la piscina porque tenía que apuntarse en una lista y “a saber donde podía acabar esa lista”) El día que murió estaba yo precisamente escribiendo sobre eso, sobre la militancia en la no militancia. Era escéptico en política, había visto fracasar demasiadas utopías, había visto demasiados muertos como para creer en supuestos lideres revolucionarios o caudillos.
Nunca procesó lo que ocurrió en la guerra,los odios personales agazapados tras supuestas rencillas políticas o religiosas… precisamente en lo religioso era curioso, porque blasfemaba verdaderas animaladas (especialmente contra sanpedro con el que tenía una cuestión personal) y luego, siempre que paseaba con mi abuela por delante del Pilar, nunca dejaba de entrar. Era un hombre esencialmente tranquilo que ha convivido con mi abuela más de 50 años que es justamente lo contrario a él: hiperactiva, rápida, inteligentísima. No digo que mi abuelo fuera tonto, su inteligencia la tenía en las manos; trabajador, tremendamente trabajador. Eran distintos, muy distintos, los que los conocíamos de cerca, los veíamos increíblemente distintos. Y sin embargo, desde fuera, la gente los veía sorprendentemente como uno solo, como una piña.
Era absolutamente transigente con los demás, sabía vivir con comodidad entre gente que pensaba de otra forma y sin envidia entre quienes les había tocado otra suerte en la vida muy diferente a la suya… (tu hijo mío,aunque andes entre ellos, no te vuelvas idiota y no te olvides de quien eres, me decía) yo creo que esta era una de sus mejores virtudes: vivió entre curas, cuando él no era especialmente creyente, vivió entre ricos y eso que él fue pobre de solemnidad, vivió entre gente con estudios mientras él apenas leía y escribía… pero siempre se sentía a gusto y hacía sentir a gusto a los que estaban a su lado. Mi yayo se adaptaba con una empatía increíble a cualquier situación por difícil que fuera, con ese humor somarda tan aragonés, con discreción, sin “darse a entender”. Podía aguantar lo que fuera menos ver a gente discutir, el resto se podía perdonar todo.
Se adaptó con el mismo asombro e ilusión que un niño a los nuevos tiempos y escuchaba músicas impensables para su edad. Ahora escribo esto sin lágrimas, sin apenas anécdotas que hagan concreto un sentimiento de paz interior generalizado que siento cuando hablo de él, ¿Cómo resumir 40 años de vida a su lado?
He empezado a escribir estas líneas como un comentario de agradecimiento y de repente me he dado cuenta de que podía ser la entrada numero 100 de este año. No se me hubiera ocurrido escribir sobre nada mejor. Así que me he pillado una foto de las muchas divertidas que tengo suyas y otras de cuando eran jóvenes para que veáis lo guapos que son mis yayos y que justifican genéticamente mi indudable porte de galán.
El Yayo, con esa foto, con lo que has contado, es ya "one of us". Me ha emocionado todo en esta mañana otoñal insomne.
ResponderEliminarUN beso.
Ya estoy llorando...joerrr.
ResponderEliminarQué bonito, qué hombre. Qué suerte la tuya.
ResponderEliminarMi 'otro' abuelo tuvo mucho que ver con el tuyo, veo. Me has hecho recordarle y me has hecho sentir bien en una mañana un poco mala.
Otro abrazo sonriente.
Lo dicho, un lujazo!!
ResponderEliminarDe mis cuatro abuelos sólo me acuerdo de mi abuela materna, de los otros tres, dos murieron cuando yo tenía cuatro años y el otro murió cuando mi padre tenía trece.No sabes qué envidia me dan tus recuerdos, háblale mucho a tus hijos de él.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Es asombrosa esa capacidad de algunos mayores de vivir con tanta alegría cuando han visto tanto sufrimiento. Mi abuelo en muchas cosas era igual que el tuyo.
ResponderEliminarEnhorabuena por el abuelo que has tenido. Me alegra que haya coincidido con un número tan especial como el "100".
ResponderEliminarLo siento mucho, Chico. Son unas palabras muy bonitas, seguro que estaba muy orgulloso de tí. Y por lo que yo sé, puedes tener la tranquilidad de haber estado a su lado siempre, y de haber hecho que se sienta protegido y cuidado hasta sus últimos minutos. Mucho ánimo.
ResponderEliminarMuy bonito retrato, y muy cierto.
ResponderEliminarAh!!!! Y felices 100, ya te pagarás algo (más).
ResponderEliminarEl de barrios de luna es precioso, salía en un anuncio de Repsol, creo, un caballo negro cabalgando en el asfalto.
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