viernes, 30 de agosto de 2013

Flow

Pasan los días de playa y llega ese momento, tan olvidado desde hace años, en el que el sinhacer se hace cotidiano olvidando las prisas y dejándose llevar. Me suele suceder otros veranos, que los propósitos y deseos para las vacaciones, se acumulan sobre los primeros días y tengo sobrealiento para encajarlos lo antes posible como si me los fueran a quitar. Es como esas mierdas de libros de autoayuda que imponen la felicidad como un deber y estresan por la inevitable obligación de ir buscándola o dicho de otra forma como pensar solo en el orgasmo sin disfrutar de ir haciendo amores.

Las vacaciones son el espacio vacío que dista entre las cosas que quieres hacer, el segundo siguiente a enfrascarte en la lectura sin darte cuenta de que estás leyendo, el tiempo que cierras los ojos con el cuerpo mojado tras salir del mar, el trozo de noche que gastas en mirar la luna, el momento inhabitual de unir tres acordes seguidos a la guitarra y pensar que suena algo.

Hay un autor de nombre impronunciable ( Csikszentmihalyi ) que atinó bautizando a este momento creativo con el nombre de Flow, incluso puso a un libro que os recomiendo, ese mismo título. Pero eso es en el trabajo, se olvidó de esos momentos en el que todo encaja para no hacer nada, que nada exige darte cuenta de lo que (no) estás haciendo y que la mente deja de focalizar sobre si misma y sobre el ocio para completarse libremente en una nada vacía y feliz que fluye sin tiempo.

1 comentario:

  1. Es que las vacaciones, si fuéramos inteligentes, o listos, deberían ser eso, la ausencia de planes, de proyectos, de horarios, sólo fluir, dejarse llevar, disfrutar de no hacer nada, convertirse un poco en vegetal, al fin y al cabo ¿cuando nos olvidamos de que las vacaciones son para descansar y relajarse?

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