domingo, 17 de abril de 2022

El camino de regreso

No sé, es como si hasta ahora no me hubiera dado cuenta de que hace casi dos años cumplí cincuenta. El tiempo se ha aletargado en estos meses enmascarados y ha venido creciendo entre mis sueños un frio sentimiento de incredulidad e irrelevancia. Han pasado cosas, muchas cosas en el mundo, casí ninguna leve, casi todas con vocación de transcendencia y sin embargo me apresa un sentimiento de dejadez superficial, como si las cosas que hago se diluyeran en mi pasado como las sombras entre las nieblas de febrero.

Sería injusto que me quejara, acabo de pasar unos dias estupendos con mi familia vagando por las montañas, empezando la emocionante etapa de levantarme a las seis para ir a rescatar en coche a mi neoadulto mayor y sus amigos que quieren disfrutar de las fiestas del pueblo de al lado (como por otra parte hemos hecho todos), soportando las macarradas de mi pequeño adolescente efervescente que encima el jodido tiene su gracia (si es que tú le ries todo y te tiene la mano tomada) y dándole al diente que es el segundo de mis vicios favoritos. 

Aburrir no me aburro. Sigo estudiando en la Uni, que si bien es cierto que en algunos casos hacen perder las ganas de tener ganas, en general esta resultando muy interesante y currado. Mi problema es que no sé tomarme las cosas con tranquilidad y ya que me pongo me lo tomo en serio y a veces demasiado en serio (Chico tú ve a tu ritmo que no tienes ninguna prisa, además la mayoria se toma dos años, qué necesidad tienes de ir agobiado). Me cabreo porque hace treinta años o más que no veo un número y ahora me veo jugando con estadísticas y formulitas que me suenan a japonés. Voy yendo trabajito tras trabajito (creo que llevo más de veinte en tres meses) y la curiosa sensación del hormigueo estomacal antes de hacer el examen que ya ni recordaba. Por ahora la cosa va bien (papa, eres un empollón de mierda y un llorón) pero me jode mucho pasar de puntillas por algunas asignaturas que me gustan a las que querría dedicar más tiempo, pero claro, estudiar a partir de las doce cargado de obligaciones laborales en la mochila no es precisamente la manera más facil de ponerse a estudiar.

Y os decía que aun con todo, me embarga esta sensación de eventualidad y liquidez, como si me derramara por la mesa sin más importancia que pasar luego un trapo para secar mi rastro. No es que quiera hacer cosas trascendentales, ni dar tres veces la vuelta al mundo, ni tirarme en ala delta, ni que me pongan medallas al mejor trabajador del año. Sinceramente ese tiempo ha pasado, pero me da la sensación de haber perdido el rastro de las piedrecillas que siempre me indicaban el camino de regreso a casa; una sensación contradictoria de querer que todo pare de una vez para respirar un poco pero a la vez querer llenar la agenda con mil cosas cada día como si no hubiera un mañana.

Leo menos, y ahora solo cosas técnicas, escribo como hoy a la fuerza porque no me da la gana de dejar el blog mortecino, cuelgo alguna foto en instagram, tuiteo algún libro que me leo a hurtadillas y voy a trabajar con una incierta seguridad o una segura incertidumbre, como casi todo en este tiempo de funambulistas, trapecistas y titiriteros. No me quejo, solo que me canso y me hago mozo y cuando me alejo, echo ya de menos el camino de regreso.



5 comentarios:

  1. Chico, a mí me parece que en indolencia te gano de calle y que no tienes ni idea de qué significa eso. Si no paras y encima estudias!!! eres un campeón!!!
    un beso rey... todo pasa al final :-)

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  2. disfruto tu escrito me gusta
    Un abrazo hasta pronto

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  3. Lo que describes es un poco contradictorio con tus sensaciones. A veces, se necesita algo difícil de concretar, es cuestión de buscar aunque eso te lleve por un laberinto de caminos.

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    1. Puede ser que sí.
      pero a veces la sobreacción es una reacción para ocultar la inacción.
      abrazos.

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