domingo, 5 de octubre de 2025

Saber ganar y saber perder. Homilía dominical.

 

Hay gente muy estruendosa ganando, de esos que cuando ganan sienten la irrefrenable vocación de humillar al derrotado, la necesidad imperiosa de gritarlo a los cuatro vientos e ir al burdel y decir eso de que "está to pagao". Otros por contra pierden muy mal y esto es todavía mas maloliente; esa gente que ha confiado su ser a la impostura, su persona al personaje y su prestigio a la tarjeta. Claro, estas gentes cuando se derrumba la tramoya se ven desnudos ante el escenario, tan desnudos como eran de veras, y no pueden dejar de alegar conjuras e injusticias que presten causa a sus imprevistas desdichas.
 

Pero los unos y los otros son lo mismo, esclavos de la hipérbole; falsos poetas que confunden el tropo con la mentira y la recreación de sus vidas que les han contado a sus mascotas con el reporte de un ladrido aquiescente, con la realidad de sus harapos remendados presentados al mundo como ropajes de gala. "Que no te lleve la contraria no significa que te dé la razón" que decía mi tío el libanés. Y estas gentes han tenido tan poca contradicción que han terminado creyéndose su propia representación.

Decía al principio que hay gente estruendosa en la victoria y en mi opinión coinciden, mira que cosas, con los otros, con los que no saben perder. Suelen coincidir con el sobrino del dueño del bar que invita a sus amigos como si fuera suyo, que encandila a las niñas memas monas aparentando que le pertenece lo que ni siquiera es prestado y que les lleva al reservado alardeando que les van a poner la canción que quieran porque conoce al disc jockey.

Mi consabida convivencia desde mis tiempos púberes con pudientes de los de verdad me ha otorgado la valiosa habilidad de ser sexador de impostores. Los veo llegar. Veo de lejos el neón excesivo y la gramática de oropel, detecto la patada al diccionario en su discurso releído, ahora retocado por la IA y la tontuna no, "lo siguiente" que llena de choped su precocinado plato de foie.

Los que somos perdedores natos, y mayordomos por vocación, estamos acostumbrados a la desdicha y que las escasas veces que la fortuna nos alumbra lo consideremos un brillar efímero que hay que aprovechar. No confundimos nuestra ropa limpia de saldo con la sastrería fina de nuestros señoritos, ni nuestra colonia de gilca con caras esencias parisinas difíciles de encontrar. (esto del gilca es un guiño a las gentes de mi pueblo).  Lo más importante como dice mi amigo Nacho es "no darse demasiada importancia", saber diferenciar (y disfrutar) el polvo de la paja (aunque estas últimas hagan su papel); saber que en esta montaña rusa del sobrevivir tan pronto subes como bajas y lo imprevisto suele convertirse en normalidad con demasiada frecuencia. 
 
Tener la amabilidad como religión y huir de la hijoputez como de la quema sin tener siquiera la tentación lejana de hacerle frente. No os afiliéis, no os alistéis a guerrillas comunistas lideradas por caudillos derechones que utilizan tu idealismo y tu audacia en su provecho. No profeséis religiones en las que os engatusen con utopías para esconderos presentes sumisos. Sed buenos y escribid mucho porque escribir es el estropajo que limpia la herrumbre de la desidia.

Queridos hermanos en la verdad de mi egocentrismo petulante, oes dejo y me quito, pues, el alzacuellos y me encajo mi camiseta zaragocista para acudir a nuestro cadalso futbolero de quitaipon. 
 
Los de mi pueblo disfrutad de las fiestas, bebercios y charangas (que por cierto cada vez son mejores) pero no olvidéis que tras el Pilar vendrá un breve otoño y un invierno frio y brumoso como un febrero sin pareja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario