A veces me imagino vulnerable, incierto,
inseguro. El mañana que pensaba que sería como hoy no tiene garantías de serlo
y al mismo tiempo me imagino a quienes no tienen nada y a quienes poco tienen
que perder. Ellos tienen la seguridad de su pobreza y me da vergüenza mi
incertidumbre, una vergüenza de propietario mimado, de vida entre algodones, de
saltar siempre con red. Inseguridad del que tiene frente a la seguridad de la pobreza.
El bienestar es la droga de los
favorecidos. Dedicamos nuestras ciencias a definirlo, nuestras encuestas a
constatarlo, nuestras autoayudas a buscarlo, nuestras medicinas a encapsularlo
por 15 euros la gragea. Una vida sin incidentes, unas relaciones sin tiranías, una
salud a prueba de tarjeta de DKV. No somos capaces de abrir el sobre del
diagnóstico, la inspección de Hacienda, el impago pendiente por cobrar.
Que mierda de tiranía la de nuestro cerebro cuando entra en bucle. La recursividad. El enlace de nuestras neuronas que se llama a si mismas al definirse. La autollamada sin contestación. Ya no caben puertas ni ventanas somos nosotros en nuestro cuarto oscuro. Y fuera el barrio que bulle, y fuera el campo que crece y fuera tantos paisajes sin mí.
Que estimulante el placer de no pensar en nada, que suave tarde sin respirar, dormir, mirar el mar. Escribir frases, verbalizar un estado que no comprendo y que hace funambulismo entre la ansiedad, la dejadez y la depresión. Qué difícil reencuentro leerse.
El cuadro es de Pepe Cerda. Tan austero, siempre tan genial.
A veces, ni durmiendo consigue uno librarse de sus cavilaciones.
ResponderEliminarBesos.
A mi, cuando tengo la cabeza repleta me ocurre eso, que soñando regurjito lo que me pasa
EliminarBsss
"El placer de no pensar en nada" Quien pudiera. A veces la mente e sun verdadero coñazo y nuestro peor enemigo
ResponderEliminarA veces es bueno escribir para poner palabras a las rayadas.
EliminarBss