Ultimamente, andaba a diario por el parque dando mordiscos al otoño, aspiraba más fuerte que antes el aire de la tarde para llenarse de ocres y rojizos. Miraba ensimismado los arboles ralentizando la caida de las hojas para encontrarse entre tanto ruido, se recitaba versos de poetas desconocidos que descubría a veces entre los rincones de las bibliotecas y hacía esquemas mentales de tres y cinco puntos para eludir el encuentro con esa bola de borla y polvo que le manchaba el pensar como la brea que mancha la orilla.
Le vino a la cabeza Bartleby y su empeño en no hacerlo, el terrible Funes que nada olvidaba y la canción de Victor manuel de que no hay mejor defensa que cruzar los brazos. Nada le era suficiente cuando todo le era demasiado, nada le desaguaba cuando todo le desbordaba y comenzó a recitar filósofos franceses del siglo XX: Bourdieu, Foucault, Morin, Lourau y Lapassade. Memorizar como la palanquita del diferencial que todo lo desconecta.
Cuantos mares rayados con singladuras aleatorias en estos cincuenta años, cuantos rios vadeados para descubrir que al otro lado de la orilla había lo mismo que en éste; cuantos horizontes alcanzados pensando que tras el más allá habría algo distinto al más acá. Cuantas renuncias pensando en recompensas. El sacrificio es el arma del cristianismo para jodernos la vida. “El modo como se nos escapan nuestras vidas es nuestra vida”,decía Ford en el Día de la independencia.
Respiró más fuerte el enverado del anochecer y se recreó en la madurez del primer octubre. Dudaba.
Se hicieron las nueve de la noche y no fue.
Eso pasa cuando te piensas las cosas tanto, que al final se pasan las ganas y el momento.
ResponderEliminarBesos.
Leia el otro dia no sé donde que tras la pandemia se esta haciendo comun una tendencia a la renuncia, largarse y no soportar chorradas. Me imagino que quien pueda hacerlo, pero no deja de ser una alternativa atractiva.
ResponderEliminarBesos y gracias por comentar.