lunes, 17 de noviembre de 2025

No soy Enrique Vila-Matas... ni falta que hace. Un libro de Montero glez. Opinión y Crítica.

 

Así de repente (bueno la verdad es que mandé un sutil guasap como que había salido este libro a mi grupo familiar también llamado de "regaladores de libros") como digo "de repente" ha aparecido sobre mi mesilla la nueva y sensacional recopilación de artículos de mi idolatrado Montero Glez seleccionada, editada e indexada con maestría por Papelillo Editorial, recopilación que tiene el sugerente título (tocapelotas) de "No soy Enrique Vila-Matas" incidiendo una vez más en el desacato que le presta (mos) tanto don Roberto "el bueno" como un servidor a la petulante prelatura personal de Vila-Matas coincidente en muchas ocasiones con el terrible bolañismo de Roberto "el malo"  referente del intensismo impostado y babeliano en grado supremo. (De la reciente lista de los mejores cincuenta de los últimos cincuenta de El pais ya hablaremos).


Es un libro falsamente pequeño, (no voy a hablar en centímetros, por si la aclaración cuantitativa de lo pequeño pueda resultar ofensiva para algún sensible masculino) pero la cosa es que pequeño es. Y digo que es falsamente pequeño porque sin embargo es grandísimo y además expansivo, me explico: son cincuenta y cuatro artículos como si la dosis prescrita fuera uno por semana y no zamparselo de una sentada como estoy haciendo yo, pero el libro crece a través de sus citas y notas. 

Es una recopilación de artículos culturetas de Montero Glez. Músicas, películas referentes ochenteros, hagiografias de los santos a los que Montero presta adoración y una acumulación de referentes a la cara b de la movida madrileña que ya nos anticipó en La imagen secreta. Lo flamenco, versión ketamera, Pata negra, Raimundo amador y cosas así; todo ello aderezado con los orígenes del rock y el jazz extranjero. También imágenes con constantes referencias a Garcia-Alix como proveedor de rostros y recuerdos de una época y el cine quincarra no solo del sepia añejo sino del neo quinqui actual con joyas como Criando ratas de Carlos Salado que me he visto sin respirar.

Pero lo más importante, es que esta recopilación da una imagen de unidad que pocas veces logran los patchwords de artículos de cualquier autor. A pesar de jugar con una cierta nostalgia, es una fotografía general, poco idílica eso sí, de la época en donde muchos de los que practicaron el funambulismo como diversión  descubrieron al caer que no había red. No soy Enrique Vila-matas es un libro de historia a través de las historias de distintos personajes setenteros y ochenteros pero sobre todo es un libro muy bien escrito. Con la narración abierta en canal que solo algunos pueden convertir en estética como Montero (o el poeta tristemente recordado por mi, Pedro Andreu). Una recarga constante de adjetivos e imágenes que engalanan paradojicamente la pobreza que describe.

Hay que reconocer el trabajo de edición de Papelillo editorial. La selección que intuyo mano a mano con el escritor, pero también la indexación por nombres y referentes, el formato cómodo y manejable, la tipografía limpia que confiere el placer al leer. Igual yo hubiera añadido fotos o caratulas, pero imagino que el mercadillo de los derechos impide demasiado alarde, qué le vamos a hacer.

Leedlo, leedlo con un cuaderno aparte para tomar notas, con el spoty enchufado para oir discos desconocidos; con el flixole (a pesar de la súbita subida no os guardo rencor) y el yutuf en modo búsqueda y con la cabeza libre de prejuicios. Montero tiene su orientación política, lo sabemos y no la oculta, pero eso no convierte a sus artículos en panfletos, serian como mucho  alegatos libertarios contra toda verdad precocinada y la movida promovida como producto de marketing y en eso, también los que nos ubicamos a la derecha de Glez, estamos de acuerdo con él.

Leed este entretenimiento como leísteis El almanaque incendiario o La imagen secreta para disfrutar de la lectura y aprender de la historia (revisada y revisionista) que es la mejor manera de no volver a joderla.

 


 

Otras reseñas mías a libros de Montero Glez

Cuando la noche obliga

Polvora Negra

Carne de sirena

El carmin y la sangre

La vida secreta de Roberto Bolaño





martes, 11 de noviembre de 2025

Llámame pingüina Elena Laseca. Opinión y crítica: Aquellos inviernos de cada verano

Parece ser que los pingüinos recurren con frecuencia a la monogamia, encontrándose con la misma pareja cada temporada reproductiva. Sin embargo, pueden tener relaciones con otros durante el periodo entre temporadas o incluso en la misma temporada reproductiva. Es decir, lo que hemos hecho toda la vida pingüinos o no, los meses de verano con el rollico estival y las distintas concurrencias colaterales. Y esa es la ocurrente idea que ha encontrado Elena Laseca para escribir dos libros en uno: el de la pingüina estival y el de la pingüina de invierno que intenta con dificultad ser la misma.

Había unos veranos, esto lo cuento yo de mi mismo, en los que el discurrir del tiempo tomaba su propia vida: eran veranos inmensos, intensos e interminables, como si entre uno y el siguiente no hubiera invierno, como si el paréntesis perteneciera a otra vida. Y sin embargo en aquellos veranos, nos inventábamos entretiempos que hacían de nexo a nuestras superficiales vidas adolescentes.

Los veranos contados, por su parte a nuestros amigos de invierno, no eran verdad, por supuesto, no tenían por qué ser verdad, eran una identidad soñada, imaginada que tan solo podíamos envolver en realidad en aquellas conversaciones tibias y nocturnas a la orilla del mar engalanadas con salitre, brisas y miradas. Era una verdad incierta, sin duda, que se recreaba ajena a lo que pudiéramos saber los unos de los otros, un relato sin validación posible que representaba un baile entre tules sugerentes y enigmáticos.

Ese juego de medias verdades entre el verano y el invierno hace también de mundillo al juego de bolillos con el que nos entretiene Elena Laseca. La vida es contada verano a verano (o más bien invierno a invierno) a saltos de año. Por una parte, los veranos en Conil de la frontera junto al tal Ian, personaje nefasto del que luego hablaremos o no, y de otra los inviernos madrileños como una crónica personal e interesante primero de los ochenta y que va avanzando llegando al 2000.

Elena jalona los años invernales con episodios de la transición que recuerdo con una década de desfase (yo soy del 70 y por entonces tendría apenas siete o diez años) y lo sazona con recortes de periódico de la época mezcla de lo social y lo político. Es un relato un poco Cuéntame, no he visto ni un solo episodio de la serie, más bien diría This is us, aquí he visto todos pero es americana; También Los añosnuevos de mi querido Sorogoyen, y un poquito de It´s a sin; esto lo digo así de resbalón sin ganas de espoilear como hizo el premio de las letras aragonesas en la peor presentación de un libro que he visto en mi vida y que me ha obligado a retrasar la lectura hasta que he logrado olvidarme de todos los spoilers que contó para presentar la novela.

Como os decía, Llámame pingüina no es un libro sino dos: el uno interesante, invernal, lleno de recuerdos recreados y personajes reconocibles de los ochenta a través de una historia familiar en ese proceso de emancipación (y ya que hablamos de pajaricos: del intento de salir del nido). El otro el estival, en mi opinión perfectamente prescindible con independencia del gracioso símil de los pingüinos y su retorno recurrente al parejo follamigo a tiempo parcial (más bien fijo discontinuo).

El libro se me ha quedado escaso y excesivo a un tiempo. Excesivo en lo que afecta a Ian, tan intenso, tan misterioso, tan sobrante… en fin que le he pillado bastante manía. La edición no ayuda en esa necesidad de paginear constantemente con una letra tan grande y tan espaciada que hace de una hoja tres y que en su parte de Conil he ido empujando, a duras penas, para reencontrarme lo más pronto posible con el personaje de Candela en Madrid que sí que me ha atrapado.

Me encanta la manera de crear personajes de Elena, lo hace en La hija del italiano, lo hace en la colección de postales de Ropa tendida y lo hace aquí. Y digo que aquí se me hace escaso porque algunos personajes son a la vez apasionantes pero efímeros. Personajes que entran y se escapan a medio hacer. Me fastidia el tiempo que gasta en el pingüinismo del Kiwi y su vida presuntamente apasionante mientras demora un montón de hilos con los que podía seguir tejiendo el interesante relato de invierno.

Candela es un personaje entrañable, escrito en el estilo directo de Elena con pocas concesiones al barroquismo y muchas a la historia interior en el contexto de una época todavía por discutir. Leo desde hace tiempo un cierto ajuste de cuentas con la movida madrileña, no tanto un desprecio, como reconocer un desajuste entre los Almodovar con perricas en Panama y los que abandonaron este mundo con el brazo banderillado de heroína y el cerebro reseco para siempre. Y es que igual la movida y el sobrevalorado Tierno no fueron tan guays y los ochenta no fueron tan nuestros.

Aparece de nuevo, como en La hija del Italiano, el personaje de la tía, riquísima en matices aprovechables, en contraposición a los padres y hermanas en una vida media de clase media no por ello menos interesante. Candela se hace mayor a través de los desencantos como una transición no solo política sino también personal. Una transición al mismo tiempo prometedora y dolorosa como aquellos ochenta que yo viví entre algodones y la protagonista y otros en un funambulismo vital sin red.

Elena Laseca trae una vez más en Llamame pingüina una reivindicación de la mujer que crece y se va haciendo; una mujer que reivindica su libertad en un contexto poco favorable lejos de un idealismo  ochentero. Cerca de la lucha agridulce cotidiana de la mujer y lejos de la autofelación pinturera de la movida promovida por el ayuntamiento.

A mi entender, a Llámame pingüina le sobran páginas. Ian aporta poco y la maquetación menos. (Señores Imperium porfa, vuelvan al formato de la Hija). Sin embargo, es una lectura placentera que recuerda agradablemente a su anterior novela que tanto me gustó. No es ningún secreto decir que Elena Laseca es ya un referente en las letras aragonesas de los últimos años y que aunque en está novela hay cosas que me han gustado menos sigo considerándola una escritora a seguir.

Por cierto no os perdáis la banda sonora que alimenta toda la novela, está en spotify; (de la inclusión de la canción de Quique Gonzalez me siento orgullosamente un poco culpable pero no se lo digáis a nadie), os la pongo.

 


Otros posts que he escrito de libros de Elena Laseca:

Ropa Tendida

La hija del italiano

domingo, 5 de octubre de 2025

Saber ganar y saber perder. Homilía dominical.

 

Me estoy terminando un par de libros sobre guerras y me da por pensar, así en general, sobre el dificil arte de saber ganar y saber perder no solo en la guerra sino en general.
Hay gente muy estruendosa ganando, de esos que cuando ganan sienten la irrefrenable vocación de humillar al derrotado, la necesidad imperiosa de gritarlo a los cuatro vientos e ir al burdel y decir eso de que "está to pagao". Otros por contra pierden muy mal, me refiero a esos que son expertos en echar las culpas a los demás y que coinciden con quienes son tan solo una fachada de corchopan. Son ese tipo de gente que ha confiado su ser a la impostura, su persona al personaje y su prestigio a la tarjeta; que no saben encajar el desaire y que siempre que pierden creen que el mundo les debe algo. Claro, estas gentes cuando se derrumba la tramoya se ven desnudos ante el escenario, tan desnudos como eran de veras, y no pueden dejar de alegar conjuras e injusticias que presten causa a sus imprevistas desdichas.
 

Pero los unos y los otros son lo mismo, esclavos de la hipérbole; falsos poetas que confunden el tropo con la mentira y las vidas que les han contado a sus mascotas con el reporte de un ladrido aquiescente con la realidad de sus harapos remendados. Personas que creen tener la razón porque nadie les lleva la contraria. "Que no te lleve la contraria no significa que te dé la razón" que decía mi tío el libanés. Y estas gentes han tenido tan poca contradicción y tan poca contrariedad que han terminado creyéndose su propia representación. La gente de humo pierde y gana muy mal.

Decía al principio que hay gente estruendosa en la victoria y en mi opinión coinciden, mira que cosas, con los otros, con los que no saben perder y creen que nunca se merecen la derrota. Suelen coincidir con el sobrino del dueño del bar que invita a sus amigos como si fuera suyo, que encandila a las niñas monas, digo memas,  aparentando que le pertenece lo que ni siquiera les es prestado y que las lleva al reservado alardeando que les van a poner la canción que quieran porque conoce al disc jockey. Si triunfan es por su atractivo, si fracasan es porque son tontas.

Mi consabida convivencia desde mis tiempos infantiles con pudientes de los de verdad me ha otorgado la valiosa habilidad de ser sexador de impostores. Los veo llegar. Veo de lejos el neón excesivo y la gramática de oropel, detecto la patada al diccionario en su discurso releído, (ahora retocado por la IA) y la tontuna lingüística del "no, lo siguiente" que llena de choped su precocinado plato de foie. Y es que los impostores no saben ni ganar ni perder.

Los que somos perdedores natos, y mayordomos por vocación, estamos acostumbrados a la desilusión, por eso las escasas veces que la fortuna nos alumbra lo consideremos un brillar efímero que hay que aprovechar. No confundimos nuestra ropa limpia de saldo con la sastrería fina de nuestros señoritos, ni nuestra colonia de gilca con caras esencias parisinas difíciles de encontrar. (esto del gilca es un guiño a los de mi pueblo).  Lo más importante como dice mi amigo Nacho es "no darse demasiada importancia", saber separar (y disfrutar) el polvo de la paja (aunque estas últimas hagan su papel); saber que en esta montaña rusa del sobrevivir tan pronto subes como bajas y lo imprevisto suele convertirse en normalidad con demasiada frecuencia. 
 
Tener la amabilidad como religión y huir de la hijoputez como de la quema sin tener siquiera la tentación lejana de hacerle frente. No os afiliéis, no os alistéis a guerrillas comunistas lideradas por caudillos derechones que utilizan tu idealismo y tu audacia en su provecho. No profeséis religiones en las que os engatusen con cielos y utopías para esconderos de presentes sumisos. Sed buenos y escribid mucho porque escribir es el estropajo que limpia la herrumbre de la desidia.

Queridos feligreses, hermanos en la verdad de éste mi blog lleno de egocentrismo petulante, os dejo con esta reflexión profunda sin causa concreta y me quito el alzacuellos para encajarme mi camiseta zaragocista y acudir a nuestro cadalso futbolero de quitaipon. 
 
Los de mi pueblo disfrutad de las fiestas, bebercios y charangas (que por cierto cada vez son mejores) pero no olvidéis que tras el Pilar vendrá un breve otoño y un invierno frio y brumoso como un febrero sin pareja.

lunes, 15 de septiembre de 2025

La viejunez o el vicio de la desidia.

 

Mucha silver economía y silver pollas, gestión emocional de la edad y redescubrimiento personal en la edad tardía enlatadas en libros de autoayuda… todo lo que queráis, pero envejecer, para mí, está siendo una putada. Parece que uno no pueda quejarse por verse viejo, pues yo me quejo, no es que tenga mil achaques, haya perdido mi atractivo porte, se me caiga el pelo o me tiemble la voz, es que la viejunez me está llevando a la desidia. Como lo oís, a la puta desidia.

No digo que en mi juventud haya tenido una vida llena de aventuras, pasiones sin control y un amor en cada puerto a los que ahora tenga que renunciar. No he sido, ni mucho menos, de esas personas de vitalidad desbordada y desbordante que atropellan a los días con sus mil fechorías, pero es que ahora me siento atrapado por una desidia que se me encharca. No sé como contarlo, es un periodo como de adaptación y sumisión a la renuncia que en ocasiones me asombra borracho de indiferencia por cosas que deberían importarme. “Preferiría no hacerlo” que decía Bartleby.

Habito en esa etapa cincuentera (y pico) donde se da la vuelta a la esquina de muchas cosas. Y cada vez me estoy acostumbrando más a renunciar a más sueños. No habló de pasear un otoño sin prisa por nueva york, emborracharme en un honkytonk de carretera en Tenesse o descubrir rincones perdidos camino del sur, porque a eso aun aspiro. Sino a una especie de resignación, sarcasmo e indiferencia por las cosas ordinarias que se ha asentado en mí de manera crónica muy propia de la viejunez que me atosiga. Una especie de sentimiento de que lo mejor que puede pasar es que no pase nada. Y un poco me jode. Ya lo he dicho.

 

Veo a mi mami haciendo funambulismo llena de fuerza en sus avanzados ochenta, los críos de saltimbanquis en este mundo juvenil sin red en el que les toca vivir y me veo a mí en una constante renuncia. El paqueismo como religión. Hace poco incluso he dejado pasar una oferta de mejora en el circo laboral por no complicarme la vida. Chico, ahora cambiar pa qué. Si alguien se ha comido mi queso que le aproveche y si gana mil euros más le deseo lo mejor y que se lo gaste en viagra o botox para triunfar en el mercado del outlet amoroso.

Y no es que no haga nada. He vuelto a la universidad treinta años después con la ilusión de aprender y la chorrada de intentar doctorarme; refresco idiomas y lucho todavía con cierta dignidad contra la rosubastatina el sildenafilo y el ocempic…pero sin embargo renuncio a toda pelea y desgaste infructuoso o dicho de manera menos sutil, me la pela la mayor parte de las cosas y las ambiciones.

“La felicidad es no ser feliz del todo pero que no te importe demasiado” que dice Miguel D´Ors uno de mis poetas favoritos.

Igual tiene que ver con que este lustro de mierda me ha tenido contra las cuerdas en varias ocasiones y quizá "la indefensión aprendida" me hace pensar que es mejor el redil que ir a probar afuera. Puede ser el síndrome Richard Chaning en Falcon Crest de estar sentado encima de una higuera esperando siempre a que se rompa. Puede ser. Pero coincido con el amiguico del Cúlebre en que “No hay mejor defensa que cruzar los brazos".

Veo a mi alrededor y no lo crítico (al contrario) a mucha gente que viejunea de un modo distinto intentado explotar sus últimos cohetes artificiales, afrontando retos, poniéndose tetas o follandose a un jovencito/a veinte años menor… en mi caso todo lo contrario valoro estarme quietecico, sin molestar y sin ser molestado, en una suerte de satisfactorio misionerismo mental.

Ya sé, no me lo digáis, que esta es la posición de un burgués pijo y que si tuviera problemas de verdad se me curaba tanta gilipollez a hostias. Pero es que me aburre la pelea (quizá  porque ya no tenga muchas posibilidades de ganar) y solo pido salud para mi y los míos, poder echar una mano a los que me puedan requerir, vivir entre mis libros y solazarme alguna vez con la parienta... por lo demás que me dejen en paz, solo eso… y bueno soñar con pasear un otoño sin prisa por Nueva York, emborracharme en un honkytonk de carretera en Tenesse o descubrir rincones perdidos camino del sur.

 

sábado, 6 de septiembre de 2025

En defensa de Maria Pombo

 

En esta moda de opinión precocinada en la que nos movemos, leo con tanta estupefacción como desidia, un debate sobre unas declaraciones de una señorita de rasgos agraciados y vestir estiloso, menospreciando la ocupación de leer. 
La susodicha treintañera, de la que no tenía mas noticia y cuya manera de ganarse la vida desconozco, vino a decir nada menos y que los dioses babelianos la perdonen: "No sois mejores porque os guste leer, hay que superar que hay gente a la que no le gusta."
 
 
Y como en este país a cada paso te encuentras doctorandos de barra de bar y potenciales sustitutos de mi adorado Simeone, se ha liado la de dios es cristo y le han repartido hostias como panes ante tal osadía.
Sabido es que el churumbel de la Consuelo que rellena este blog, últimamente con mas vacíos que prolificencias, se suele tragar anualmente entre cuarenta y cincuenta libros, lo que a priori me haría formar parte de la tribu de ofendiditos aludidos por la insigne pensadora, pero va a ser que no.
Haciendo calculo generoso el 30% de lo que leo lo alisto entre lo regular, lo malo, sin olvidar lo rematado con recomendación comercial; es decir que en mi opinión podría haber prescindido de ellos sin mas problema. 
Dado que estoy encantado de conocerme y que soy tan guay que como el rey del glam me creo que leo ajeno a las modas que vienen y van, me imagino cuantas excrecencias tienen que leer los pobres mortales coprofagos que planeta tras planeta sucumben a recomendaciones de los hacedores oficiales de opinión.
Os reconozco que si la opción es ver, a una mano, bellas señoritas contorsionistas de instagram (cambiese el genero a voluntad del lector/a/e que proceda) o leer según que basurilla encuadernada, no tengáis duda de que la primera posibilidad será objeto de mi elección y por ello disculpo a la mentada influyente por el exabrupto proferido.
A lo mejor en lugar de rasgarnos las vestiduras, decapitar instagramers, fomentar granjas de escritores de ganaderías editoriales y encarcelar a usuarios de ebiblioteca y epublibros, deberíamos centrarnos mas en la formación de lectores, construir criterio lector y habito crítico (en jóvenes y adultos) para que no nos vendan como alta literatura las memorias del yerno de Sabiniano escritas por su negro de cabecera (diosito, diosito separa de mi lúbricos pensamientos).
 
 
Lamento joderles el negocio y el mantra compralibros de que lo bueno es leer mucho (lease comprarse mucho libro) mientras nos dan gato por liebre o Belen Esteban con portada de Heidi Klum. 
Cada uno se entretiene como quiere... y le dejan. Por ello entiendo a la cuqui pensadora y su arrebato contra tanto subidito cultureta que menosprecia su oficio de vendecremas mientras ellos se desempeñan, sin ápice de vergüenza, como vendedores de papel.
Reconozco que a mi me gusta mas ver a mi Real Zaragoza luchando contra el Melillense desde mi ventoso palomar en la nueva microromareda que un análisis sobre bóvedas tabicadas de Guastavino en Nueva York. Llámenme inculto, pero igual, si alguien se hubiera molestado en formar mi ojo arquitectónico ahora preferiría al valenciano que refunfuñar por ver segunda división hasta que Abalos se haga seminarista.
Dejen pues, a la chavaleta en paz con sus mimos y posturitas y como en otros placeres recuerden que mas vale poco y bueno que mucho y misionero.
Amen.

martes, 26 de agosto de 2025

Desde que no escribo

 

Desde que no escribo piso frases por el suelo secas como veranos sin lluvia. Los versos no escritos revolotean por los sueños en busca de poemas convertidos en mariposas amarillas en los días iguales de Macondo e Ixtepec.

Desde que no escribo, los almanaques han olvidado poner los años para que estas semanas iletradas desvaríen sin lindes aburridas e indiferentes hasta que  en un traslado cualquiera acaben en el contenedor de los tiempos inútiles. Desde que no escribo me he extraviado por caminos polvorientos sin hitos ni cruceiros, he buscado dioses que me acompañaran en mis herejías y mujeres de una noche que me sustituyeran al amor.

Desde que no escribo han pasado varias primaveras frías como febreros, inviernos sin nieblas y otoños que suenan todavía más tristes cuando se les llama tardors. Los olivos nuevos del parque del desasosiego han ido creciendo indiferentes al punto de no saber si son los mismos u otros más grandes que han trasplantado en mi ausencia para simular su crecer.

Se me acumulan los cuadernos con esquemas inútiles de cinco y siete puntos para memorizar ensayos sin editor en ese intento de hacer el boca a boca a los peces muertos sacados del mar. 

Desde que no escribo llueve en París jueves tras jueves mientras mueren los poetas.

 

miércoles, 25 de junio de 2025

Aliteración

Me doy cuenta

de que esta maquina de pensar

no es eterna sino fragil

muy fragil

y de repente se gripa

por sobrecalentamiento

o senectud

y no es que explote

y te lleve a lo oscuro

sino que colapsa en gris y en silencio.

Adios color

adios matiz

adios diferencia

y se difumina en borrón

como en los dias iguales que contaba Molinos

en su libro amarillo. 

Y buscas en la mochila pistolas

para matar fantasmas sin cadenas

y solo encuentras

un bocata de choped

y un lapiz sin afilar.

Escribes sin rima ripios en asonante

y comes sin hambre los restos de ayer.

Dormir, solo dormir.

Apagarse en forma de niebla

Llorar sin lágrimas

Dormir, solo dormir.

y debajo de la cama,

te das cuenta de que el vertigo

no es sino perspectiva

y que el miedo tiene cara de ignorancia.

Y te cantas una canción de cuna 

para no sentir, para no morir.

Y como siempre, llamo

a ese angel de la guarda

que me asiste en las vaguadas y las sombras

ese angel que mira recto

y tiene curvas de instagram.

Y cuando camino por el desasosiego

cual borracho en la deshora

me da su mano para volver al hogar.

"Va, venga, ya pasó

fue un momentito solo de bajada

que no pasa nada".



viernes, 23 de mayo de 2025

Penélope

Te espero,

como esperan los amarillos al otoño

los soles a los veranos 

mi desamor a tu ausencia.

 

Te espero

junto a la lumbre tediosa de los días

con el libro abierto

siempre en la página de tus recuerdos.

 

Te espero

en el anden oscuro de la estación del tiempo

donde ya no llegan trenes

solo tu silencio.




sábado, 29 de marzo de 2025

Adolescence Tenemos que hablar de Jamie

 

Creo que los padres nos damos demasiada importancia en cuanto a nuestra influencia en lo que nuestros hijos son, y quizá alguna importancia tenemos, excepto cuando las cosas nos salen mal y los niños nos salen unos bandarras que entonces, está claro, que la culpa la tiene el sistema y la escuela y sobre todo los malvados maestros que solo piensan en sus reivindicaciones laborales en lugar de desarrollar una educación en valores con nuestros polluelos (modo irónico off).

Y todo esto viene a cuento de la serie “que nadie puede dejar de ver” Adolescencia en el Netflix y que a mi me ha gustado tirando a poco. En estas cosas Kevin siempre está en nuestros recuerdos (Tenemos que hablar de Kevin Shriver, 2009 y la peli del 2011) y ese empeño en la narración materna que se hace allí para culpar (azotar) al padre en el descarrilamiento del churumbel.

Y como decía Serrat en la coplilla de niño deja ya de joder con la pelota, a menudo nuestros hijos se nos parecen (Serrat, 1984)… pero no siempre. Y quienes tenemos dos hijos que entre si se parecen como un güebo a una castaña nos hacemos la pregunta de qué he hecho con el uno que no haya hecho con el otro. Y es que nuestros locos bajitos tienen que cargar con nuestros dioses y nuestro idioma nuestros rencores y nuestro porvenir, les trasmitimos nuestras frustraciones y sobre todo nos empeñamos en dirigir sus vidas sin darnos cuenta de que con ello estamos limitando el desarrollo de su responsabilidad.

Y como en el nuevo credo social nadie es responsable de nada sino solo la sociedad que nos dirige y el papa estado que nos mima pues nuestros niños, que se aprenden la lección, se hacen especialistas en coleccionar excusas lejos de asumir alguna autoría sobre sus hechos y omisiones.

No seré yo quien diga que nada he tenido que ver, además de mi presunta aportación seminal, a la personalidad de mis herederos, pero desde luego me parece un poco excesivo el afectado interrogatorio de la psicóloga remontándose a la cuarta generación para buscar la causa de las cosas. ¿Tu sabes lo que es la muerte? Ahí si que da en la diana, ¿sabes las consecuencias que esto tiene para ti y tu familia y sobre todo para la niña fiambre tocapelotas que ya no tendrá la oportunidad de convertir su hijoputez en prometedora carrera política (si es que fuera preciso renunciar a lo uno para lo otro)?.

La serie de cuatro capítulos despelleja a profes y padres; despelleja a la poli que no se entera de la misa la media y pasa de puntillas “sobre las (des)ventajas de ser un marginado” (por cierto excelente peli Chbosky, 2012 y libro Lerman, 1999) para centrarse en el drama del zagal y sus papis. Se pasa de puntillas por las “adorables victimas” en las que según la poli pelirroja “nadie repara” y no confundo la explicación con la justificación (excusatio non petita...) pero algo habría que decir de ellas y siguiendo la teoría de la psicóloga de sus familias, digo yo.

Los "sabios del babelia" y las "tertulias del mireusted" están subrayando la genialidad formal de hacer un plano secuencia de cada capítulo. Pero a mi entender de comepipas, esto poco aporta a la narración más que hacerte espóiler porque si ya sabes que va a ser plano secuencia intuyes mucho de lo que puede pasar o al menos mostrarte. Que no digo que no te meta más en las sensaciones eso de verte con la cámara al hombro como los reporteros de tarde en antena3, pero tampoco es para tanto. Por cierto si os gusta lo de las secuencias únicas ved el capitulo de la cena de navidad en familia de “los años nuevos” excelente serie de Sorogoyen.

Es una cosica mia, pero cuando veo estas pelis sociales británicas siempre me viene Ken Loach a la cabeza y su inapelable militancia en imágenes. Al bueno de Loach, ya lo conocemos y sabemos de sus posicionamientos y le queremos (a mi me gusta mucho) en lo que vale, sabemos que ser de barrio es así (San José askatuta), pero tampoco conviene cebarse en la cosa como si esto solo pasara en los coles suburbanos y no pasara en los coles pijipogres de zona residencial.

Desgraciadamente, o inevitablemente, los adolescentes están sin hornear, esto es y será así, va en el concepto, pero a diferencia de nuestra adolescencia ochentera en donde las influencias y relaciones estaban más identificadas (no digo controladas) ahora, creo, que vivimos en una complejidad social inabarcable. Incluso (o más) “en nuestro cuarto propio conectado” del que hablaba Remedios Zafra (2010).

La autoestima tiene que bregar en microbatallas de poder y relación con los demás en lindes difíciles de discernir; grupos (guasaperos y unopuntoceros) en los que participamos y en los que muchas veces jugamos doble rol de agresores y agredidos a un tiempo, micromachistas y ofendiditos según toca, la vida escolar, la vida laboral en sí.

Y es en donde los padres tenemos que luchar para ayudar a que nuestros hijos se vean responsables de sus actos (y omisiones), se construyan su identidad, tomen compromiso con aquello en lo que creen (si es personal y socialmente ético, mucho mejor, claro) y que, como en el boxeo aprendan que saber encajar es muchas veces mejor que el croché a la mandíbula del adversario y la violencia.

No sé qué pensareis, pero ser adolescente hoy día me parece dificilísimo, estoy en contra del “vosotros que lo tenéis todo” y en esta serie, en mi opinión, igual se simplifica demasiado. Pero vedla y opináis.

PD-. El doblaje y la traducción terroríficos de malos, hasta intenté verla en original pero se me antojo imposible. No entendía un pijo.